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INVESTIGAN LA EXISTENCIA DEL TÚNEL DEL PARQUE AVELLANEDA

En busca del túnel perdido

01/09/2006 - Por primera vez en más de un siglo de presencia enigmática y misteriosa, en la mañana del miércoles 23 de agosto, el supuesto túnel existente en el subsuelo del Parque Avellaneda comenzó a ser investigado por un grupo de especialistas. El equipo de técnicos y científicos pertenece a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El grupo, encabezado por la Dra. Ana Osella y el Dr. Luis Lanata, se encuentra coordinado por el Lic. Marcelo Weissel (Arqueólogo, Especialista en Arqueología Urbana) quien logró reunirlos con el fin de rastrear al túnel de la Chacra.

 

EMBLEMA DEL BARRIO
PARQUE AVELLANEDA

Nombre dado por Ordenanza N° 26.607, Boletín Municipal 14.288 del 04/05/1972.

Límites: Av. Juan B. Alberdi, Escalada, Av. Castañares, Lacarra, Av Tte. Gral. Luis J. Dellepiane, Portela, Av. Directorio y Mariano Acosta.

Población total: 54.191

Hombres: 25.484

Mujeres: 28.707

Superficie: 5,1 Km2

Densidad poblacional: 10.614 Hab/km2

(Censo del 1º de julio de 2001 )

 
   

Sin necesidad de realizar encuesta alguna me arriesgaría a decir que todos los vecinos adultos de la zona escucharon hablar alguna vez del túnel del Parque Avellaneda.
De la misma manera, una ínfima minoría podría aportar algún dato concreto. En general, todos preceden sus relatos con el clásico deslinde del "dicen que..."

Con el correr de los años el folclore barrial fue otorgándole al túnel distintos usos y recorridos, que en líneas generales siguen los mismos principios lógicos que le fueron aplicados al resto de los túneles de Buenos Aires.

En este caso, sin embargo, los usos no pudieron ser demasiados. Al no estar cerca de la ribera de ningún río la función de canal de contrabando de mercaderías o esclavos es completamente ilógica. Tampoco existían templos en la zona como para otorgarle el mérito de servir de canal comunicacional, o de pasaje secreto, para las actividades (sanctas o no tanto) de los clérigos de entonces.

La única lógica explicación que justificaría su construcción a mediados del siglo XIX, es la de servir de paso secreto  entre dos construcciones que eran de las pocas existentes en un lugar de chacras alejadas de los límites de la ciudad.

El túnel, de existir, debería unir la Chacra de los Remedios (actual Centro Cultural) con Villa Ambato (ET Nº 8 "Paula Albarracín de Sarmiento").

Vista satelital de la zona referenciada: arriba y a la izquierda, marcada con un punto rojo se encuentra "Villa Ambato"; en la parte inferior de la fotografía el punto rojo nos indica la ubicación de la "Chacra de los Remedios". En naranja aparece una de las trazas posibles del túnel de los Olivera.

Desde hace años el Lic. Marcelo Weissel, Arqueólogo, especialista en Arqueología Urbana, investigador de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, tenía al túnel de Parque Avellaneda en su agenda de lugares de interés.

En sus visitas al parque recogió el testimonio de algunos vecinos mayores que decían haber visto, y hasta recorrido, parte del túnel en su muy lejana niñez. Con tales datos la investigación parecía justificarse. Apenas faltaba conseguir entonces los recursos humanos y técnicos para detectar la presencia esquiva del ya casi mítico túnel.

Existían dos métodos posibles: el directo, consistente en ir a la pesquisa del túnel excavando el terreno; y el indirecto, que infiere la presencia de la oquedad a través del estudio de ciertos parámetros del suelo (tales como su conductibilidad eléctrica o su permeabilidad magnética) manteniendo intacto el paisaje. El Lic. Weissel se inclinó por el último.

En su decisión quizá haya influido el hecho de que el método geoprospectivo es más rápido (en un día de trabajo se puede obtener suficiente información de un área extensa como para dar una idea acabada de la conformación de su subsuelo), a la vez que presenta menos inconvenientes para su concreción (al ser un método rápido y no invasivo no modifica el paisaje ni altera el normal uso del lugar).

El Lic. Weissel encaró la empresa logrando el apoyo y colaboración de un grupo de prestigiosos técnicos y científicos de la Universidad de Buenos Aires, muchos de los cuales habían participado de proyectos similares de investigación en las Provincias de Catamarca (restos enterrados de ruinas preincaicas) y Misiones (subsuelo de San Ignacio).

Trabajando a contrareloj, lo único que faltaba era la autorización para poder operar en los terrenos lindantes a la Chacra de los Remedios. Finalmente se obtuvo el permiso correspondiente del nuevo administrador del Parque Avellaneda, Dr. Alberto Olveira Rial.

En busca del túnel de Parque Avellaneda

En la mañana del miércoles 23 de agosto arribó a las inmediaciones de la Chacra de los Remedios la Dra. Ana Osella (Directora del grupo de Geofísica Aplicada y Ambiental -GAIA- que depende del departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires) quien contó con la colaboración del Dr. Matías de la Vega, Dr. Néstor Bonomo, Dra. Patricia Martinelli, Lic. Victoria Bongiovani y el Lic. Luis Martino (Investigadores y becarios del CONICET). También participó de los trabajos el Dr. Luis Lanata (Arqueólogo, quien trabaja para la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA)

Para realizar la prospección geofísica del terreno se utilizaron dos métodos, uno eléctrico y el otro electromagnético. Estos formas no invasivas de investigación generan una especie de tomografía del subsuelo que nos permite "ver" o inferir la presencia de objetos enterrados o de túneles.

Método eléctrico

Sobre una línea recta de unos 80 metros de largo (tendida a pocos metros de la reja perimetral de la Chacra de los Remedios, lado Norte) se fueron ubicando, incados en el piso, una serie de electrodos de unos 30 cm de largo separados por una distancia de 1,5 m

Estos electrodos estaban conectados a un equipo que permitía realizar mediciones de la conductibilidad eléctrica del terreno. Este parámetro es una condición o cualidad del subsuelo que se estudia, por lo que es de esperar que no presente grandes cambios cualesquiera sea el par de electrodos considerados. De presentarse un cambio o perturbación podría deberse a la presencia de cuerpos extraños bajo el suelo (o su ausencia en el caso de un hueco o túnel).

Según las condiciones del piso (humedad, componentes, etc.) el instrumental empleado puede llegar a detectar anormalidades del subsuela hasta los 8 ó 9 metros de profundidad.

Las mediciones se tomaron durante varias horas. Los datos serían bajados luego a una PC para poder interpretarlos, estudiarlos y sacar posibles conclusiones en base a los objetivos que el grupo se había trazado en su investigación.

Dra. Ana Osella (Directora del grupo de Geofísica Aplicada y Ambiental -GAIA-) y el Lic. Marcelo Weissel (Arqueólogo Urbano, Dirección de Preservación del Patrimonio GCABA)

Método eléctromagnético

La búsqueda era similar aunque el método empleado fuera otro. Se trató de "peinar" o "barrer" un área previamente marcada y delimitada con un aparato que genera un campo magnético definido.

El subsuelo del terreno "perturba" o "deforma" el campo magnético generado por el instrumento. De existir un objeto enterrado de distinta permeabilidad magnética (podría ser un sólido, un líquido o un hueco) el aparato lo registra.

Luego de realizar un número considerable de mediciones, éstas fueron "bajadas" o copiadas a una notebook (pequeña computadora portatil) para su posterior lectura e interpretación.

Posicionamiento satelital

Para lograr el justo posicionamiento de cada uno de los puntos estudiados se utilizó un sofisticado dispositivo de GPS (Sistema de Posicionamiento Global) diferencial .

Dr. Luis Lanata (Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) operando el GPS

El aparato en cuestión permite ubicar o definir cualquier punto del terreno con una precisión de 1 cm aprovechando su capacidad de interacción satelital.

Palabras Finales

Las mediciones se dieron por concluidas luego de horas de intensa labor. Los equipos se guardaron, los expertos se retiraron, y el sol cayó tras los árboles como finalizando un capítulo dentro de nuestra fantástica historia vecinal.

Seguramente el miércoles 23 de agosto del 2006 quedará marcado para siempre como el día en que intentamos comunicarnos con una de las historias más representativas y antiguas de nuestra identidad barrial.

Sólo resta esperar que en poco tiempo más el informe con la interpretación de los datos obtenidos llegue a nuestras manos, brindando respuestas simples a los antiguos interrogantes, o generando quizás nuevas preguntas que nos provoquen e interpelen en busca de una argumentación clara, satisfactoria y pretensiosamente definitiva...

Carlos Davis

   
 

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